El fuego de su mirada
Me expone al desnudo,
Y a pesar, de que no me escucha,
Me incita a gritarle lo que siento.
A declararle sin palabras
Cuanto me provoca.
A susurrarle al oído,
Cuanto añoro
Tenerla en mis brazos
Y comérmela a besos.
A atreverme…
A decirle, como en la soledad
Me come el tacto,
Y como, con la boca abierta al deseo,
Exhalo del placer que me inspira.
Perdido y excitado,
Por esos recuerdos que me seducen
A estas fantasías.
Es que, aunque pierda mi fe en ella,
No me resignaré a otras ofrendas.
No dejaría posar una mosca,
Donde una vez manaron
Las feromonas de mi reina.
Prefiero vivir soñando con ella,
Pura e inigualable,
Dándome a probar de su colmena.
Ya, ni el tiempo,
Ni las alas, secarán su miel.
Porque en mi alma,
Éste amor siempre olerá a ella.
Me expone al desnudo,
Y a pesar, de que no me escucha,
Me incita a gritarle lo que siento.
A declararle sin palabras
Cuanto me provoca.
A susurrarle al oído,
Cuanto añoro
Tenerla en mis brazos
Y comérmela a besos.
A atreverme…
A decirle, como en la soledad
Me come el tacto,
Y como, con la boca abierta al deseo,
Exhalo del placer que me inspira.
Perdido y excitado,
Por esos recuerdos que me seducen
A estas fantasías.
Es que, aunque pierda mi fe en ella,
No me resignaré a otras ofrendas.
No dejaría posar una mosca,
Donde una vez manaron
Las feromonas de mi reina.
Prefiero vivir soñando con ella,
Pura e inigualable,
Dándome a probar de su colmena.
Ya, ni el tiempo,
Ni las alas, secarán su miel.
Porque en mi alma,
Éste amor siempre olerá a ella.
--Jaime L. Taveras